CAPITULO 2
Cora estaba sentada en su tocador
cepillándose su larga melena negra mientras miraba la foto de su nana
sosteniéndola con apenas unos días de vida y sonriendo, siempre sonriendo.
—Yo también la echo de menos
—dijo una voz detrás de ella que la hizo sobresaltarse.
Al girarse vio parada en la
puerta a la anciana ama de llaves de su casa, con su pelo blanco recogido en un
moño bien peinado del que no se salía ni un pelo, se acerco a Cora, le cogio el
cepillo de la mano y empezó a peinarla.
—Le encantaba tu melena, decía
que era el mejor marco para tu cara —dijo la anciana peinando cuidadosamente el
pelo.
—No es justo, apenas hace dos
años que nos dejo y ahora Tara… —contesto Cora con un largo suspiro.
—Quizás es lo que el destino les
tenía preparado desde el principio…
—Si mama y papa te oyen hablar
sobre el destino se morirían, para ellos claramente esto es una acción divina
por alguna cosa que han hecho o que hizo una y a salpicado a la otra ¿no crees
que eso es cruel? —pregunto Cora volviéndose hacia la anciana.
—Querida niña, la vida es cruel,
prefiero creer que el destino me compensara por mis buenos actos en vez de
pensar que me castigara el de ahí arriba por mis pecados —contesto la anciana
señalando al techo con su arqueado dedo.
Cora volvió a girarse hacia
delante para que siguiera peinándola mientras miraba su reflejo pensativa.
—¿Quieres que te haga un recogido
para ir a ver a Tara? —pregunto al anciana sacando a Cora de sus pensamientos.
—Ojala pudiera llevarlo suelto
pero mama se niega a que me confundan con de “ellos” así que por favor
recógemelo para evitar que ella o mi prometido tengan una excusa para corregir
mi comportamiento inadecuado —contesto Cora con frustración.
—Mi niña ¿eres feliz?
La pregunta dejo un poco
sorprendida a Cora, quién no seria feliz con su vida; nacida en familia
adinerada, estudiando en los mejores colegios con los mejores profesores,
teniendo al hombre perfecto como novio y a la gente que te quiere cerca; quizás
en una época anterior si que era feliz, pero de un tiempo acá todo había
cambiado. Su madre no aceptaba de ella nada por debajo de la perfección, lo que
dejaba el pensamiento propio fuera de lugar, su padre tan apenas estaba en casa
y cuando estaba ni la miraba, su nana, quien la había querido tal y como era
sin importar sus defectos había muerto y ahora su mejor amiga, mejor dicho su
hermana porque así es como ella lo veía, había contraído la misma enfermedad
que su madre y tenia intención de dejarla también. Y el amor de su vida… el
amor de su vida quizás no existía…
—¿Puedes enamorarte de alguien
que realmente no existe? —pregunto Cora a la anciana que dejo de cepillarla un
segundo para mirarla y luego siguió con su cepillado.
—Mi niña, puede que si existiera,
pero la gente cambia, mejor dicho, no cambia, al madurar deja de fingir y vemos
realmente la cara que escondía tras la mascara de la inmadurez ¿ocurre algo con
el joven Dan?
Cora suspiro pensando en las
palabras de la anciana, meditando esa frase.
—Cuando enfermo mi nana me falto
su mano para agarrarla y seguir adelante, tenia a Tara y por eso no le di
importancia, pero ahora con Tara…esta ocurriendo lo mismo, a veces necesito
simplemente llorar en sus brazos antes de seguir adelante, pero cuando lo busco
no esta…
—¿Estas enfadada con él?
—No, eso es lo más curioso, no
estoy enfadada, es un sentimiento mas profundo que duele muy adentro, estoy
decepcionada…
—Eso es peor, el enfado se pasa,
pero la decepción, la decepción te acompaña por el resto de tu vida… ¿se
plantea lo de la boda mi niña? —pregunto la anciana colocando en el recogido
unas horquillas que evitaban que el fino pelo de Cora se deslizara fuera del
moño.
—¿Acaso podría hacerlo? Amo a Dan
y sé que mi vida a su lado ser fácil, pero a veces me gustaría que las cosas
fueran diferentes.
—Si quiere el consejo de una
anciana que ha vivido más de lo que probablemente le tocaba, no se conforme con
que su vida sea fácil, haga que merezca la pena…
Cora se volvió a mirarla
esperando que se retractara, en toda su vida nadie le había dicho que podía
salirse de la norma, pero no lo hizo. Sintió unas inmensas ganas de que le
contara que más había fuera de su mundo de cristal pero una sirvienta entro en
el cuarto para avisar que el chofer la esperaba para llevarla al hospital, el
ama de llaves aprovecho la interrupción para abandonar el cuarto no sin antes
darle a Cora una mirada de complicidad.
Termino de vestirse con uno de
los trajes de chaqueta que su madre había elegido para ella, desde que se había
hecho oficial su compromiso con Dan hacia casi un año su madre había tirado
toda su ropa y le había hecho un vestuario nuevo adecuado para la mujer del
próximo presidente de los Puristas; si todo iba según lo previsto, Dan
heredaría el cargo de su padre en unos pocos años convirtiendo a Cora en
Primera Dama de la Nación Purista.
Cuando llego al coche el chofer
le abrió la puerta con una amplia sonrisa, normalmente era un tipo serio pero
Cora logro ganarse su afecto casi desde el primer día que entro en esa casa
hacia mas de diez años.
—¿Cómo sigue la señorita Tara?
—pregunto el chofer desde el asiento delantero mirando por el retrovisor.
—Los médicos me ha dicho que me
prepare para lo peor, que si sigue la misma trayectoria que su madre su final esta
cerca — contesto Cora sintiendo un escalofrío por toda su espalda —ya no puede
hablar ni moverse, pero sé que sigue ahí, cuando la miro a los ojos la veo.
—Ojala encontraran un remedio
para ese mal ¿vendrá hoy el señor Walker con usted?
—Él ya la visito el mes pasado y
creo que la próxima visita la tiene programada para dentro de dos meses, tiene
una agenda muy ocupada con su nombramiento oficial como próximo presidente
—trato de excusar Cora aunque para ella la vida de un ser humano era más
importante que cualquier campaña y dos meses no duraría Tara, quizás lo había
planeado así por eso.
Cora se sorprendió a si misma por
ese pensamiento tan mal intencionado sobre su prometido, no lo creía por
supuesto, pero la idea se había cruzado por su cabeza un segundo, el tiempo
suficiente para hacerla dudar.
—Ya hemos llegado ¿quiere que la
espere aquí? —pregunto el chofer aun sabiendo que la visita podía prolongarse
horas.
—Vete a casa, te llamo cuando te
necesite ¿de acuerdo? —contesto Cora sonriéndole mientras salía del coche.
Cora entro en el hospital, se
dirigió a la planta 18 saludando al personal a su paso, tanto tiempo allí
metida le había valido para hacerse algunas amistades. Al entrar en la
habitación dejo su bolso sobre un butacón amplio que había ala derecha y se fue
directamente a sentarse al lado de Tara mientras elevaba el colchón con un
mando lo suficiente como para que estuviera incorporada pero no se le cayera la
cabeza a un lado.
Tara la miraba fijamente, con
intensidad, Cora se detuvo un momento a mirarla detenidamente preguntándose si
había algo que su amiga quisiera decirle pero no la entendía.
—¿Qué ocurre Tara?
De pronto una mano tapo la boca
de Cora y noto una respiración en su oído derecho, intento zafarse y gritar
pero el agarre era firme.
—Por favor no grite, necesito
hablar con usted —susurro una voz masculina tras de ella.
La respiración de Cora estaba
acelerada pero trato de calmarse, poco a poco noto que el agarre se estaba
soltando al tiempo que un hombre alto vestido de traje se presentaba frente a
ella. El hombre extendió la mano antes de dirigirse a ella.
—Buenos días, me llamo
—Es el señor Aizawa, lo sé —corto
Cora mientras se ponía de pie interponiéndose entre Ren y Tara.
—Si me conoce supongo que hará
las cosas mas difíciles entre nosotros —dijo Ren apartándose un poco de las
chicas para demostrar que no estaba ahí para dañar a nadie.
Cora relajo un poco su postura
sin dejar de mirar a Ren que había quitado su bolso del butacón y se había
sentado en él.
—No veo que podríamos tratar
usted y yo señor Aizawa —dijo Cora muy firme mirándolo.
—Por favor llámame Ren.
—No me ha contestado señor Aizawa
—repitió Cora.
Ren no pudo evitar sonreír ante
la soberbia de un ser tan pequeño.
—Me gustaría proponerle un trato
en el que todos los aquí presentes saldríamos beneficiados —comenzó diciendo
Ren — si usted accede a realizarlo su amiga Tara podrá vivir.
Cora se tenso al oír esas
palabras ¿le estaba ofreciendo una cura?
—Continúe, le escucho —dijo Cora
interesada en sus palabras.
—Necesito que usted haga un
pequeño sacrificio a cambio de la vida de la señorita aquí presente; como sabe,
mi especie no es muy bien vista por su novio y su familia política, han hecho
algunas cosas que han dejado en mal lugar a los míos y me gustaría obtener una
compensación por ello.
—¿Me esta pidiendo dinero? Porque
déjeme decirle que el del dinero es mi padre o mi prometido, yo no poseo nada
más allá de lo que llevo en ese bolso e incluso eso tampoco lo he ganado yo.
—Dinero me sobra, llevo siglos almacenando
oro en mis bodegas, es otra cosa lo que busco…
La mirada maliciosa de Ren hizo
sentir un poco incomoda a Cora, si dinero no quería ¿Qué buscaba? Trato de
recopilar toda la información que guardaba en su memoria sobre el hombre que
tenia delante sentado y de pronto lo vio claro.
—Venganza, eso es lo que buscas,
venganza —dijo Cora ante un sorprendido Ren.
—Veo que no tiene la cabeza tan
vacía como imaginaba —contesto Ren juntando sus manos sobre su regazo mientras
la miraba con unos ojos verdes color esmeralda que hacían temblar a cualquier
mujer que estuviese reflejada en ellos, excepto a Cora.
—No crea que me va a poner
nerviosa por mirarme así y espero que lo que me esta pidiendo no tenga nada que
ver con temas de alcoba porque si es así se puede ir a la…
Ren la miró divertido, le hubiera
gustado llevarla más al límite pero no era el momento, ya tendría tiempo cuando
ella aceptara, después de todo iba a ser divertido si lograba convencerla.
—Tranquila, no va por ahí, tan
solo quiero que deje a su prometido y venga a vivir a mi mansión.
Cora lo mirando levantando las
cejas como si no creyera lo que acaba de oír.
—¿Puede repetir?
—Que quiero que vengas a vivir
conmigo y el resto de mi familia a la mansión del East River.
—Ah! Bueno si solo es
eso…—contesto Cora con ironía—creo que la planta de psiquiatría es la diez, por
si quiere hacerles una visita…
—Le hablo muy en serio, su vida a
cambio de la de su amiga ¿es justo no?
—Pretende que abandone mí vida a
cambio de la suya —contesto Cora señalando a Tara que seguía la escena como
buenamente podía desde su posición— pero entenderá que necesito alguna prueba,
ningún tratamiento ha funcionado, ninguno.
—Por eso estoy aquí, voy a
demostrarle que no han probado todos, aunque un pajarito me ha dicho que cierta
madre y cierto prometido afirman que sí.
Cora lo miro, se estaba empezando
a enfadar, a ella le gustaba ir directa a la cuestión y él no hacia más que dar
rodeos, y por muy imponente que se viera ahí sentado a Cora le apetecía cogerlo
su pelo oscuro revuelto y arrástralo por todo el hospital por estar dando
esperanzas a Tara.
—Llame al medico de la señorita
para que venga al habitación, y por los espías de su prometido no se preocupe
que nadie se va a enterar que esta conversación tuvo lugar.
Cora lo miro extrañada, ella
sabia perfectamente que tenia unos ojos espiándola cada vez que salía fuera de
su casa, pero le había llevado tiempo darse cuenta de eso, no esperaba que él
supiera algo tan personal.
—Veo que no se asombra ante lo
que acabo de revelarle señorita Daniels, realmente me esta sorprendiendo
gratamente esa cabecita suya —dijo Ren sonriéndole sin dejar de mirarla
fijamente a los ojos.
Cora no le contesto, simplemente
llamo al medico por el teléfono que tenia en la habitación y en menos de un
minuto el hombre estaba allí, eso era lo bueno de tener dinero, tenias a todo
el hospital a tus pies, sobre todo después de donar el dinero necesario para
reformar toda la planta de cirugía, esa había sido la manera de Dan de
recordarle a Cora que él estaba allí, aunque lo que allí estaba era su dinero,
no él.
Cuando el medico entro fue
directo a saludar a Cora y cuando se giro para saludar al que creía era el
prometido de Cora se quedo paralizado, lo había reconocido perfectamente de
verlo en las noticias.
—¿Qué esta pasando aquí?
—pregunto tartamudeando el medico.
—Según mis fuentes el señor
Walker le entrego una cuantiosa suma de dinero para que a la señorita Tara
Donalson no se le suministrara el que probablemente es el único remedio para su
enfermedad —dijo Ren al tiempo que se levantaba y se interponía entre el medico
y la puerta.
—¿A que se refiere doctor?
—preguntó Cora que no se enteraba de nada, a diferencia del doctor.
—Bueno…esto…las cosas no fueron
así…el me dijo….
El medico realmente estaba
asustado por la presencia de Ren y por lo que él sabia.
—Señorita Daniels —comenzó Ren
—el doctor aquí presente opto por no suministrar una trasfusión de sangre de
nuestra raza, la cual seguro que sabe remedia cualquier enfermedad hasta ahora
conocida.
Cora se quedó callada mirando al
medico mientras recordaba como Dan le había dicho que la trasfusión no había
funcionado y que la enfermedad era más fuerte, incluso ella había dado por
hecho que el dinero que dono era en agradecimiento por repetir la trasfusión
varias veces como él le aseguro que pidió.
—¿Es cierto? —pregunto Cora
tratando de mantenerse serena.
—Bueno…el señor Walker aseguro
que la paciente era una Purista muy radical que preferiría morir a ver su
sangre mezclada con la de uno de estos —contesto despectivamente aunque con
miedo.
Ren hizo mención de ir contra él
por lo que acababa de decir peor se contuvo esperando la reacción de Cora.
—¿Eso es lo que vale la vida de
una persona?¿un área de cirugía nueva? —pregunto Cora tratando de entender
porque alguien que había jurado curar a los enfermos había cambiado su palabra
por un cuarto de juegos nuevo.
—Señorita Daniels lo siento, sé
que no es excusa apero el hospital necesitaba esa remodelación, realmente era
necesario…
—¿Ha merecido la pena? —Pregunto
Cora muy seria —¿le he preguntado si realmente ha merecido la pena jugarse su
carrera y la vida de Tara?
El medico paseo su mirada de Cora
a Ren, y de Ren a Cora, y tras un largo suspiro contesto.
—Si, ha merecido la pena.
—Entonces supongo que no puedo
enfadarme ni molestarme —contesto Cora ante el asombro de Ren.
—¿En serio vas a dejar que se
vaya de rositas sin pagar por lo que hizo? —pregunto Ren casi indignado por
algo que realmente ni le iba ni le venia.
—Conozco lo suficiente al doctor
como para saber que cargar con la muerte de Tara hubiese sido castigo suficiente,
pero también se que esa decisión ayudo a que muchos pudieran vivir y no puedo
reprocharle que eligiera al vida de muchos en lugar de la de una sola, yo no
sabría que hubiera hecho en su lugar, así que no me veo capaz de juzgarlo.
Ren se quedo meditando las
palabras de Cora, en parte tenía razón, la parte racional le daba la razón,
pero si Eric pasara por lo mismo ese medico estaría hecho pedazos en este
momento.
—Lo que le voy a pedir que por
favor realice la trasfusión ahora y delante mío, sin excusas ni preguntas ¿lo
hará? —pidió Cora sin perder la serenidad.
El medico asintió con la cabeza
mientras cogia unas agujas de la cómoda de la habitación y se disponía a
realizar la transfusión. Una vez que Tara y Ren estuvieron conectados y la
sangre comenzó a fluir Cora se disculpo un momento y se metió en el baño. Allí
comenzó a hiperventilar, respiraba muy rápido sin poder evitarlo, le había dado
un ataque de ansiedad y le costaba mantenerse de pie, se apoyo contra al pared
y bajo poco a poco al suelo hasta que logro sentarse y poner la cabeza entre
sus rodillas.
Ren desde la habitación lo estaba
escuchando todo, cada respiración, cada latido, cada movimiento, quería entrar
a ver que le pasaba pero era una situación delicada y quizás esa acción le
costara demasiado, así que permaneció quieto, agarrando los brazos del butacón
con fuerza mientras escuchaba como la situación se apoderaba de la pequeña
chica que había entrado en el baño. Tardo un rato en sentir que su respiración
se normalizaba, casi el mismo que tardo la trasfusión en terminar. Se levanto
ante la mirada del doctor, se acerco a Tara y le susurro algo al oído, luego se
dirigió a la puerta del baño, escucho atentamente como los latidos eran
rítmicos y casi normales y sonrió. Salio de la habitación antes de que Cora
saliera del baño dejándole un recado con el medico.
—¿Dónde ha ido? —pregunto
asustada cuando salio y vio que no estaba Ren.
—Se ha ido —contesto el medico.
—¿Y ahora como lo localizo?
—Me ha dicho que si todo sale
bien será Tara quien te diga como localizarlo.
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